El castillo nazarí vuelve a sorprender ampliando el itinerario de las visitas nocturnas a los palacios nazaríes y apostando por una pieza única de taracea, las puertas de la Alhacena de los Infantes.
Imaginar ser Washington Irving por una noche y trasladarse al siglo XIX, con pluma en mano y la imaginación estallando en una de las leyendas de la Alhambra, ahora es más fácil. Retroceder en la historia y fantasear con las conversaciones que podría haber tenido con el Príncipe Dolgorouki con quien se alojaba en los palacios nazaríes, también. Y es que esta quimera se hace posible con la ampliación del itinerario de las visitas nocturnas en la Alhambra, que añaden como aliciente de este verano el acceso a las llamadas habitaciones de Irving o del Emperador.